Cuando llegué al número 12, me esperaba un muro de unos dos metros de altura, por donde asomaba salvajemente un jazmín silvestre lleno de flores blancas. Se notaban las lluvias de finales de verano, qué frondosidad.
El mejor otoño de nuestras vidas
El mejor otoño de nuestras vidas
El mejor otoño de nuestras vidas
Cuando llegué al número 12, me esperaba un muro de unos dos metros de altura, por donde asomaba salvajemente un jazmín silvestre lleno de flores blancas. Se notaban las lluvias de finales de verano, qué frondosidad.